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Madiba, amo de su destino, capitán de su alma

Nobles y hermosos ideales guiaron la vida de Mandela. Natural de la tribu xhosa, de niño, se dice, aprendió a “cazar aves con un tirapiedras, a sacar miel de los panales de abejas (…) a tomar leche tibia directamente de la ubre de las vacas (…) y a pescar con pedacitos de alambre convertidos en anzuelos.”

El propio Mandela confesaría que en aquellos años de la infancia estrechó sus lazos con la naturaleza, los espacios abiertos, la libertad. Aprendió también una filosofía de vida, en la cual la observación del mundo constituía fuente nutricia de conocimientos. Tal vez ahí, en esos primeros pasos; está la fuerza del carácter, la humildad y capacidad de resistencia que le permitieron superar casi 29 años de prisión.

¡Asombra, la vida de Nelson Mandela, asombra!!! Uno piensa en  esas casi tres décadas de aislamiento, trabajo forzado, segregación, indignidad, crueldad… y siempre salta la misma interrogante: cómo es posible resistir y vencer en tales circunstancias, sin alimentar  odios o resentimientos.

No existe respuesta única, definitoria o concluyente. Infinidad de variables sostienen la perseverancia de hombres como Mandela, el puertorriqueño Oscar López, el cubano Orlando Cardoso, el afroamericano Mumia Abu Jamal o nuestros cinco héroes. Uno repasa sus existencias, declaraciones, su obras antes y después de la prisión, y aun así, resulta harto complejo definir la causalidad de tanta entereza de espíritu. Lo cierto es que el ser humano alberga para los momentos más duros  fortalezas inimaginables.

Esa certeza, a veces inconsciente, habitaba en Mandela. Imagino le acompañó cuando, contra todas las leyes, desafió su destino en la tribu xhosa y prefirió la pobreza de los barrios marginales de Johanesburgo. También le cobijó cuando, a contracorriente de la sociedad sudafricana, se convirtió en el único estudiante negro de la Facultad de Derecho y, más tarde, en 1952, en uno de los regentes del primer despacho de abogados negros en el país.

El propio Mandela escribiría que no podía determinar con certeza cuando se convirtió en un “ser político,”  pero lo cierto es que de un cuestionamiento a las leyes del “mundo blanco,” de una concepción de lucha de resistencia pacífica o del rechazo inicial al comunismo; su pensamiento escaló hasta la lucha frontal contra la dominación blanca o negra.

Mandela superó sus propias limitaciones políticas y  estudió la Revolución Cubana, los discursos de Fidel, la guerra de guerrillas preconizada por el Che y las  luchas de otros pueblos africanos. El resultado fue un hombre capaz de nuclear a nacionalistas y comunistas africanos; un convencido de que la situación del país exigía nuevos métodos de combate y un cambio trascendental.

La historia está ahí, contada en libros, en el cine, en la memoria popular de los sudafricanos y en los testimonios de los protagonistas. La historia de Mandela es también la de la humanidad, la de los hombres que sincronizan el reloj de su vida al tiempo de los pueblos.

Nelson Mandela legó a la humanidad un ejemplo de perseverancia y fe en el futuro, su vida y obra demuestra que es posible vencer las grandes adversidades y hacerlo con alegría y amor para prodigar. Incluso sus aforismos constituyen un referente ideal para enfrentar los cotidianos desafíos de la vida humana, sobre todo si estos van en el anhelo de un mundo mejor: luche, sueñe, trabaje, haga, persevere, triunfe;  eso hizo el noble Madiba, el niño Rolihlahla de la tribu xhosa, amo de su destino, capitán de su alma.

/nre/

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